No es el Rancho Izaguirre, es México un lugar de fosas y desaparecidos

’25/03/2025’
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Hablar de un campo de exterminio es incómodo para las autoridades mexicanas, las personas oriundas de Teuchitlán, Jalisco, tampoco quieren quedarse con la asociación de horror que implica el hallazgo del Rancho Izaguirre, al menos pertenencias de 400 personas, restos óseos y el indicio de más fosas alrededor es lo que se toparon las madres buscadoras al ingresar al lugar el pasado 5 de marzo.

Sin embargo, desde hace décadas hay hallazgos similares, ¿debería estremecernos? ¡por supuesto! Se trata de un genocidio que ocurre en nuestras narices y lo tenemos tan normalizado que al parecer nadie se inmuta al imaginar que detrás de cada par de zapatos y mochilas encontradas existió la historia de una vida con ilusiones de un mundo mejor.

Alrededor de México existen más de 60 colectivos de búsqueda, cuyo objetivo es encontrar a sus familiares desaparecidos, al menos en 24 entidades del país existe un colectivo que intenta recolectar la verdad, memoria y justicia para quienes han perdido a algún ser querido y llevan incluso décadas sin saber al respecto.

El Rancho Izaguirre es solo la sombra de la realidad de México, un país donde todos escuchamos y conocemos de estos sucesos, pero elegimos ignorarlos para una mayor comodidad, pues entre los desaparecidos están las personas más marginadas, aquellas que se vuelven víctimas por su deseo de mejorar.

¿Estaban metidos en algo? Es uno de los cuestionamientos más frecuentes que vuelve a revictimizar a quienes necesitan de la justicia de nuestro país, “a los desaparecidos no se les juzga, se les busca” pues es el mismo crimen organizado quien se ha valido de la necesidad de las personas para desaparecer a quien de por sí nunca sería buscado. ¿Por qué ellos? Porque tal como muestran las pertenencias encontradas en Teuchitlán, son restos sin nombre, historias que de manera general se suelen ignorar.

¿Mientras tanto qué nos corresponde como sociedad? Ser críticos, pero no respecto a si lo sucedido en Jalisco es parte o no de un montaje, nos toca ser críticos con el entorno, exigir la búsqueda de la verdad y la memoria de quienes no están. Desde las trincheras individuales podemos y nos corresponde hacer algo, cada que surge una ficha de alguien desaparecido no esperemos a que sea alguien conocido para replicarla.

México no es Auschwitz, porque aquí el horror está desperdigado, no hay quien pueda explicar qué es realmente lo que ha sucedido y sobre todo no estamos bajo un mismo régimen que pueda ser juzgado por las atrocidades. Nos enfrentamos a contextos de macro criminalidad, donde no se vislumbra la línea de la justicia y la verdad. Detrás de grupos criminales están las figuras de poder económico y gubernamental o a la inversa. Prueba de ello son las múltiples fallas en la investigación pues el rancho ya había sido intervenido por la fiscalía desde septiembre 2024.

Desgraciadamente este no es el único campo de adiestramiento y exterminio, es el primero que se encuentra bajo estas condiciones con las evidencias como ropa, cartas, cuadernos con nombres. Sin embargo, se tiene idea de muchos otros y a lo largo de años se han encontrado restos de al menos 5 más. Es por ello que los sucesos no pueden volver a enterrarse en el olvido, que la memoria nos sirva como resistencia y el impulso para estar alertas en la realidad.

¿Podemos frenar la violencia? Quizás no de manera directa, pero sí podemos aliviar la necesidad de quienes terminan en manos del crimen organizado, podemos ayudar a que no se publiquen en medios de comunicación las ofertas laborales que son ganchos de tortura o denunciar aquellas que encontramos en redes sociales. Nos toca como sociedad desenterrar la omisión e indiferencia, de lo contrario también somos cómplices de todas las fosas clandestinas del país.

 

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