La imagen del mapa de la república mexicana publicado por el gobierno norteamericano para sus ciudadanos con las “zonas rojas” que no deben visitar por el peligro que corren y alertas sobre los estados donde corren riesgos por la inseguridad que prevalece, empezó a circular desde la tarde-noche del martes, y la gran novedad, en el caso de nosotros, es que por primera vez Veracruz entró al selecto grupo, del que solo se salvan Yucatán y Campeche.
Es cierto, nuestra entidad quedó integrada en el grupo considerado de nivel 2, en donde la alerta no pide a los vecinos del norte no visitarnos, pero sí les recomienda “tener mayor precaución”, sobre todo “en las áreas de mayor riesgo de seguridad”. Pero el hecho de aparecer en el grupo de ese nivel no atenúa, para nada, la marca que ya puso el gobierno de Donald Trump sobre nuestra geografía estatal, algo que nunca había ocurrido antes.
A la hora de cerrar esta columna, ya entrada la noche del miércoles, me llamó la atención que, contrario a los gobiernos morenistas de Zacatecas, Michoacán, Sinaloa e Hidalgo, que o bien negaron la información del Departamento de Estado de Estados Unidos o salieron a defender la imagen de sus estados como estados seguros, del gobierno guinda de Veracruz nadie reaccionó y, como el que calla otorga, dieron como válido el señalamiento (por lo que vi, lo más importante para el Gobierno fue mostrar que el Palacio de Gobierno está quedando bonito).
¿Sería porque no hay cómo negar que Veracruz cayó en una espiral de violencia, sobre todo en el norte del estado, situación magnificada en las redes, pero sobre todo en los medios (a los que personal de la Embajada norteamericana en nuestro país da seguimiento diario), por las desafortunadas declaraciones de la gobernadora? Aparte del caso de la maestra-taxista Irma Hernández Cruz, del motín en el Cereso de Tuxpan, del asesinato de los taxistas en un hospital y de los cuerpos desmembrados tirados sobre una carretera de la zona, hay todavía otro hecho al que creo que no se le dio la importancia que tiene.
El viernes 8, los medios informaron de un ataque con explosivos a una vivienda en Papantla, que dejó un saldo de cuatro heridos, entre ellos un menor de edad al que se reportó grave. La ofensiva habría ocurrido desde un dron, pues vecinos aseguraron que antes escucharon un zumbido y no hubo reportes de que se hubieran visto hombres huyendo en vehículos. Sobre el hecho, la Fiscal General del Estado, Verónica Hernández Giadáns, no informó nada en su conferencia de prensa del lunes y no se sabe nada más salvo lo que publicaron los medios y se difundió en las redes sociales.
Si, en efecto, el ataque ocurrió desde un dron y no se afectó viviendas vecinas ni dañó a otras personas más que a sus moradores, cabe pensar entonces en lo que en Estados Unidos considerarían un acto de terrorismo bien planeado, además por la precisión con la que se ejecutó, método de ataque que está usando el crimen organizado en varios estados del norte del país, lo que sería también prueba de que no solo están operando en el estado, sino que ya lo hacen, igual, con armamento sofisticado.
El 20 de enero pasado, el presidente Donald Trump designó a los cárteles mexicanos como grupos terroristas por el peligro que representan para la seguridad de su país, medida que no se puede considerar exagerada si se recuerda el acto terrorista por antonomasia que sufrieron, el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Allá –lo digo por los muchos ejemplos que existen– ya se hubiera investigado a fondo un ataque como el de Papantla y tal vez hasta hubieran detenido a los autores, para encausarlos rumbo a cadena perpetua o pena de muerte.
Para haber incluido a Veracruz en su mapa de alertas, el Departamento de Estado debió tener muy presente la imagen imborrable de la maestra Irma arrodillada, maniatada, con armas de alto poder apuntándole, una imagen que solo se veía antes en el Medio Oriente con algún rehén norteamericano, pero también debieron haber considerado el ataque en Papantla, un ataque del que ningún turista norteamericano estaría a salvo, como no lo estamos los propios veracruzanos, que un día podemos sufrir un ataque en nuestra propia morada con un dron teledirigido, pero como no lo está tampoco el propio Gobierno.
Pero si es cierto que hay hechos indubitables de inseguridad y violencia en nuestro territorio, también es que, por fortuna, todavía no están generalizados como en el norte del estado, aunque casi, pues no hay día en que aquí, allá y acullá aparezcan cuerpos sin vida con claros signos de tortura o de plano descuartizados, pero algo se debe y tiene que hacer para defender y promover lo bueno que nos queda a salvo, aunque el Gobierno está ausente, se muestra ausente. Ayer mismo, como si no hubiera estos temas de gran relevancia que atender y tratar de contrarrestar, la senadora Raquel Bonilla Herrera, de Morena, consideró lo más importante llamar a su homólogo Manuel Huerta a que se “serene” y “no le haga el trabajo a los zopilotes, ya sean rojos, azules, mucho menos a los naranjas”, hágame el refabrón cavor. Ese es el nivel de la senadora que tiene Veracruz. No da para más.
A menos que no les importe e interese, no es nada gratificante que pasen a la historia como el primer gobierno de Veracruz al que marcó el gobierno norteramericano alertando a sus conciudadanos a visitar pero con precaución por su inseguridad y violencia, aunque no se ve que vayan a tomar decisiones extraordinarias para disminuir los niveles negativos que los significan.
Diputado verde quiere quedar bien con Dios y con el diablo
Entre la militancia del Partido Verde, causó extrañeza el papel que se adjudicó ayer el diputado local Marcelo Ruiz Sánchez hablando a nombre de la dirigencia para tratar de quedar bien con Dios y con el diablo.
En declaraciones que hizo, dijo que su partido fijaba postura sobre el proceso jurídico de la excandidata del PVEM a la alcaldía de Teocelo, Mara Chama Villa, contra algunos periodistas por presunta violencia política en razón de género.
Jugando al vivillo, expresó que el Verde respeta a las mujeres, concretamente a la excandidata, pero también a los periodistas. Con su clásica verborrea, le echó flores a ella, pero también le quemó incienso a los medios, pero no se definió.
Militantes distinguidos del PVEM dijeron al columnista que sabían que la dirigencia nunca lo autorizó a hacer declaraciones en su nombre y pusieron en claro que él tiene interés personal porque es litigante del caso en favor de ella.
Mara Chama Villa denunció a Radio Teocelo y a reporteros con el pretexto de que cometieron violencia política en su contra, pero en realidad fue para tratar de acallarlos en un claro acto de censura, lo que avala el diputado verde. Este espacio estará siempre de lado y defensa de mis compañeros, hasta sus últimas consecuencias, que es estar a favor de la libertad de prensa y expresión.