“Es libre el que vive según su elección”. – Epicteto.
El pasado 1 de junio, Poza Rica no vivió una elección democrática. Vivió una jornada manchada por el miedo, la violencia y la intervención directa de actores que, por principio constitucional, deberían mantenerse al margen de los procesos electorales. En lugar de una contienda libre, la ciudadanía fue testigo de un asalto electoral en toda regla, donde convergieron intereses criminales, ambiciones políticas y una evidente violencia política de género.
Desde semanas antes de la elección, las señales eran claras: la candidata de Morena, Adanely Rodríguez, fue objeto de una campaña sistemática de acoso, desprestigio y amenazas. Pero lo que más indignación provocó entre mujeres —y no pocas organizaciones civiles— fue la naturaleza misógina y violenta de los ataques que recibió, promovidos directa o indirectamente por su contrincante de Movimiento Ciudadano, Emilio Olvera Andrade.
A la sombra de sus aspiraciones políticas, Olvera tejió una red de hostigamiento que debería haber activado todas las alarmas del Instituto Nacional Electoral (INE) y del Tribunal Electoral de Veracruz (TEV). Pero esas alarmas nunca sonaron. Las instituciones optaron por el silencio, como si no hubieran querido entrometerse en lo que ya se dibujaba como una elección marcada por el miedo, el dinero y la impunidad.
El narcopoder disfrazado de naranja
Lo verdaderamente alarmante no es solo la violencia de género —que de por sí debería invalidar cualquier elección en un país serio—, sino los presuntos vínculos de Emilio Olvera con células del crimen organizado que operan en el norte de Veracruz. De acuerdo con testimonios y fuentes locales, el candidato de MC no es un improvisado: ha fungido como intermediario entre estructuras criminales y figuras políticas que buscan el control territorial de una región clave en el Golfo de México.
En las semanas previas al proceso electoral, Poza Rica se convirtió en el epicentro de una violencia brutal. Cuerpos desmembrados, ejecuciones y mensajes de advertencia fueron dejados en lugares públicos. Un escenario de terror que no puede leerse sino como un intento claro de inhibir la participación ciudadana y beneficiar a quien más cómodo resulta para los poderes fácticos. ¿Quién gana cuando reina el miedo? Claramente no la democracia.
Máynez y Del Río: ¿bendición o complicidad?
Uno de los elementos más escandalosos del proceso fue el respaldo público que Emilio Olvera recibió de Jorge Álvarez Máynez, dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, y de Manuel del Río Virgen, actual funcionario de la Auditoría Superior de la Federación (ASF).
Máynez, apenas salido de su aventura presidencial, se presentó en Poza Rica como si viniera a bendecir con su presencia un ejercicio democrático. Pero su respaldo a un personaje tan cuestionado como Olvera despierta sospechas legítimas. ¿Busca Movimiento Ciudadano establecer una cabeza de playa política en el norte del estado? ¿O estamos ante algo más estructurado, más oscuro, que implica una red de complicidades que llega incluso al gobierno federal?
La presencia de Del Río Virgen resulta aún más inexplicable. ¿Qué hace un auditor federal en una elección municipal? ¿Con qué autoridad moral o jurídica respalda a un candidato señalado por sus vínculos con el crimen organizado y por ejercer violencia política de género? Esta participación no puede entenderse como inocente; al contrario, es un indicio de que detrás de esta elección podría estarse gestando una estrategia nacional de control político disfrazada de legalidad.
El corredor estratégico y el poder real
Poza Rica no es un municipio cualquiera. Junto con Papantla, Cazones, Tecolutla, Gutiérrez Zamora y Tihuatlán, forma un corredor geográfico que conecta el Golfo de México con rutas hacia el Altiplano central. Controlar esta región es vital para el trasiego de drogas, armas y dinero, y por tanto, su valor estratégico no pasa desapercibido para los grupos criminales.
Lo preocupante es que hoy esos grupos no necesitan operar desde las sombras. Pueden hacerlo a través de partidos políticos, candidatos, campañas y operadores legales. Movimiento Ciudadano, en este contexto, debe responder ante la ciudadanía: ¿están sus estructuras sirviendo de vehículo al crimen organizado?
Silencio institucional, resistencia ciudadana
Mientras tanto, en Poza Rica, la sociedad comienza a movilizarse. Los llamados a la resistencia civil aumentan. Las redes sociales hierven con exigencias de justicia y respeto al voto. El reclamo es claro: que no se imponga el miedo, que no se consuma el fraude y que no se institucionalice el terror como herramienta de competencia electoral.
El Tribunal Electoral de Veracruz tiene en sus manos una responsabilidad histórica. No será fácil decidir. El miedo pesa. Pero también pesa la historia, y si el TEV cede a la presión o al chantaje, se convertirá en cómplice del secuestro de la democracia en Veracruz.
Lo que está en juego no es un simple ayuntamiento. Es el alma democrática del Totonacapan, una región rica en cultura, historia y recursos, pero hoy amenazada por el avance del narcopoder político.
El caos desde adentro
El caos que terminó por fracturar a Morena en Poza Rica y facilitar la victoria de Movimiento Ciudadano tiene nombre y apellido: Manuel Huerta Ladrón de Guevara. El hoy senador fue, durante años, el operador territorial de la 4T en el norte de Veracruz, y en su afán por obstaculizar los esfuerzos de gobernabilidad de Rocío Nahle, terminó dividiendo al movimiento y debilitando a sus propias candidaturas. Huerta no solo impulsó a personajes como Emilio Olvera desde los tiempos del programa Bienestar, sino que hoy —a pesar de su militancia morenista— se ha convertido en el más férreo saboteador interno del proyecto de transformación. Su ambición personal y su enfrentamiento con la gobernadora le han salido caros a Poza Rica… y a la democracia.
El doble rostro del Congreso local
La historia no termina el 1 de junio. Muchas de las candidatas que participaron en la elección han regresado ya a sus curules en el Congreso local. Pero su comportamiento posterior revela mucho de sus motivaciones.
En Boca del Río, Bertha Ahued, al saberse perdedora, regresó casi de inmediato al Congreso. Hizo a un lado a su suplente, Maddie Hernández, y volvió a la comodidad del fuero legislativo. Con ello, dejó en claro que no tiene intención de defender su elección ni cree posible revertir el resultado.
Caso distinto ocurre en Poza Rica, donde Laura Mejía Larios, suplente de Adanely Rodríguez, se mantiene firme en la curul, lo que indica que Adanely cree firmemente que la elección le favorece y que la legalidad debe prevalecer. La estrategia es clara: no confrontar, no gritar, no escandalizar. Apostar al derecho, a los tribunales y a la voluntad popular.
De operador de Bienestar a operador del caos
Quienes conocen a Emilio Olvera desde sus años como coordinador regional de Bienestar, saben que su paso por el morenismo no fue menor. Fue uno de los operadores más cercanos a Manuel Huerta Ladrón de Guevara, el excandidato a la gubernatura, férreo rival político de la hoy gobernadora Rocío Nahle.
Desde entonces, Olvera ha hecho de la confusión su mejor estrategia. Lo demuestra al publicar que el INE ya reconoció su triunfo, cuando en realidad el proceso aún está en tribunales y será ahí donde se dicte la última palabra. Es el estilo de Olvera: desinformar, provocar, desgastar a sus rivales y sembrar dudas en la ciudadanía.
¿Y si gana el silencio?
La batalla legal y social por Poza Rica no ha terminado. Y lo que se decida en las próximas semanas sentará un precedente que impactará a todo Veracruz… y al país.
Si se permite que la violencia, la misoginia, la injerencia institucional y la confusión ganen, entonces la democracia habrá sido secuestrada. Y lo peor: sus verdugos lo habrán hecho bailando al ritmo del “naranja, naranja”.
Los ciudadanos deben alzar la voz. Las instituciones deben resistir. Y los medios —como este— no pueden callar. No se trata de ganar elecciones, sino de evitar que el crimen y la política se fundan en una sola estructura de poder.
Poza Rica merece justicia. Veracruz, democracia. México, instituciones que no se arrodillen ante el miedo.
Al tiempo.
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“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx