Presumen dinero, pero piden víveres a empleados

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Prosa aprisa

Presumen dinero, pero piden víveres a empleados

Arturo Reyes Isidoro

Qué bonito, qué chulo –dirían en el pueblo– se escuchó ayer el presidente en su conferencia mañanera desde el aeropuerto del Lencero.

“No hay límite presupuestal, lo que se necesite. Se va a apoyar a los damnificados, a la gente afectada por las lluvias, por los vientos, por derrumbes, a todos los damnificados”.

¿Cuál sufrir, pues, señor gobernador? El presupuesto del gobierno federal, puesto a disposición de Veracruz. Qué bueno.

¿Qué va usted a hacer ahora con los 114 millones de pesos que anunció que tiene disponibles para remediar los daños que causó el huracán? ¿Acaso no podrían comprar un buen número de bombas de achique y dejarse de sus cubetitas de utilería?

¿Mucho ruido y pocas nueces?

Esperamos que no. Por el bien de los veracruzanos que están sufriendo esperamos que, en efecto, no se escatime para ayudarlos, para rescatarlos.

Escuché, en forma repetida, que el presidente y algunos funcionarios insistieron en tirarles pedradas a los de atrás, diciendo que se robaban el dinero para los damnificados.

Puede que haya ocurrido en algunas administraciones, pero lo que yo vi, en dos gobiernos, en el de Miguel Alemán y en el de Fidel Herrera, fue entrega total, tanto de recursos como de esfuerzos personales, para auxiliar a miles, en la de 1999 una tragedia mayor que la de ahora.

Entonces se dispuso de todo el recurso estatal posible, el gobierno federal se volcó en apoyos (el gobierno del estado era priista, el federal, panista) y, admirable, prácticamente todo el pueblo de México.

Veintidós años después sobrevivimos muchos de los que participamos en las tareas de apoyo, pero también seguramente sobreviven miles de quienes los recibieron, que pueden atestiguar lo que comento.

Si hizo, igual que ahora se va a hacer, un censo de damnificados, y en la entrega participaron miembros del Ejército y la Marina, que ayudaron sin descanso, admirables, como siempre.

Pero creo que es injusto que ahora el presidente y la titular de Protección Civil nacional digan que serán los uniformados los que entreguen y que en forma injusta hagan caer en sospecha de corrupción a los civiles, de que se van a robar los apoyos.

No quiero caer en el sospechosismo, pero me llama la atención que a la reunión del presidente con los miembros de su gabinete y funcionarios del gobierno del estado, la noche del martes en Xalapa, hayan negado el acceso a la prensa, incluyendo a la fuente que acompaña a AMLO. ¿Por qué?

¿Es que no querían que escucharan que la situación es verdaderamente grave y que hay limitación de recursos?

Sigue lloviendo en el estado y ayer hubo información adicional inquietante: empiezan a subir de nivel los ríos Pánuco, Papaloapan y Coatzacoalcos, los más caudalosos, y con ellos ramales como el San Juan, pero no son los únicos. El Papaloapan ya se desbordó ayer en Cosamaloapan e inundó la colonia Adalberto Tejeda. Los vecinos solicitaban ayuda para salvar sus cosas. En Otatitlán ya se suspendió el servicio de la panga.

Está lloviendo también en Oaxaca y las aguas que bajan de la sierra de este estado inundan todo el valle de Uxpanapa y aumentan el caudal del Papaloapan. No se desea, pero no es improbable que la situación se agrave en prácticamente toda la entidad.

Pero por ningún lado se vea al secretario de Salud, Roberto Ramos Alor, trabajando con las brigadas de vectores fumigando para evitar epidemias y la propagación del dengue. Ni siquiera hay una campaña preventiva.

Me llama mucho la atención que antes de que el presidente anunciara que hay billetes sin límite, el gobernador dijera que tiene 114 millones, pero que a los empleados del gobierno no solo se les pida que salgan a quitar lodo, sino que ahora lleven también víveres.

De siempre el pueblo de Veracruz, y el de México entero, ha dado grandes muestras de solidaridad. Los hemos visto lo mismo en inundaciones en Veracruz y en Tabasco que en los sismos de la Ciudad de México.

Pero la solidaridad es espontánea, nace de corazón cuando es imposible permanecer indiferente ante la tragedia. He escuchado a trabajadores quejarse de su precaria situación económica por toda la crisis que se vive y del temor que sienten de que vayan a tomar represalias en su contra si no contribuyen con lo que les piden.

Me temo que el gobierno y su presupuesto sin límites es puro jarabe de pico. Apenas empieza la temporada de huracanes y el DIF Estatal ya está pidiendo ayuda a la población a través de centros de acopio.

La crisis económica es muy fuerte agravada por la pandemia, el cierre de empresas, negocios, comercios y el desempleo que provocó, y hoy la circunstancia que se vive dista de la de estabilidad económica que vivieron millones de familias.

Me llama la atención que esta vez la iniciativa privada no ha tomado la bandera, que las grandes empresas nacionales y trasnacionales no han dicho que van a hacer grandes donaciones, pero que tampoco los clubes sociales.

He leído comentarios de que extraña que esta vez haya poca respuesta en los centros de acopio del DIF Estatal, por ejemplo, en el puerto de Veracruz. No quiero creer que sea un reflejo de la polarización, de la división que causa el presidente con sus imprudentes y muchas veces ofensivas declaraciones ni sus arremetidas contra la clase media (es la que más aporta y puede aportar) ni contra quienes han cursado una carrera (aspiracionistas) y han logrado prosperidad económica, que también son quienes tienen posibilidades de donar.

Creo que una cosa es el presidente y su desprecio, por ejemplo, contra la clase empresarial (conservadores) y otra la cruda realidad: que hay miles de veracruzanos en desgracia que bien reclaman dónde están los candidatos que les fueron a pedir sus votos, dónde quedó el lema de que primero los pobres.

Por la experiencia de años en el medio periodístico, pero también por mi paso por la administración pública, porque creo conocer el comportamiento climático de Veracruz, me temo que la situación se va a ir agravando y que, si el gobierno está ahora rebasado, con más lluvias y uno que otro huracán no sabrá ya cómo reaccionar, por lo que la población civil debe organizarse para entrar al quite.

Por la pandemia de Covid-19 las cosas también son más complicadas, pero hay tiempo ahora para prever la ayuda solidaria, cada quien con lo que pueda, que todo sirve, que todo necesitan los damnificados.

Con el alarde de ayer del presupuesto sin límites, yo, como Santo Tomás.

 

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