“Federico Patán (1937-2024): De cuerpo entero, la vida de un escritor.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Infancia y circunstancias son determinantes en nuestros destinos. Piense usted en lo que vivió de niño y adolescente, esto incluye recordar las decisiones que no dependían de usted, más que fueron muy influyentes y notará que esos hechos condicionaron su vida. Federico Patán nació en España, tenía un promedio de dos años de edad cuando llegó a México con sus padres huyendo de la guerra civil española. Ese suceso determinó el futuro de la vida del niño. De entrada, acá estudió, creció, y aunque mucho hubo en su alma de la vieja España, sobre todo, la España de sus padres, Federico creció en tierras mexicanas. Vivió en Perote, Xalapa, el Puerto de Veracruz, y desde la etapa de estudios secundarios vivió en la ciudad de México hasta su muerte. Parte importante de su vida nos la cuenta en el libro: “De cuerpo entero”, terminado en 1990 y publicado por vez primera en 1991.
Federico Patán fue un destacado profesor universitario, estudió literatura inglesa, y, particularmente fue un reconocido escritor. Los géneros que cultivó son la poesía, el ensayo y la narrativa, sin dejar de mencionar que tradujo muchos libros clásicos de literatura en lengua inglesa. Si algo nos deja: “De cuerpo entero”, pequeña obra compuesta de 58 páginas, es la autobiografía de un escritor. Verdad es que en varias páginas nos cuenta momentos claves de su vida privada, familiar, íntima, especialmente la historia de su familia recién llegados a México. Relata el autor las penurias que pasaron, se percibe el enorme reconocimiento hacia su madre quien trabajó muy duro para sacar adelante a sus hijos. El mismo escritor desde muy joven se vio obligado a trabajar para ayudar a la familia. No obstante, si bien conocemos variados detalles de su vida, queda muy claro que el punto medular del libro está en conocer la vida de un lector y principalmente un escritor.
La lectura es agradable, fluida, clara, atrapante. Sin embargo, en la parte final Federico Patán después de ir contándonos cómo nacieron algunos de sus libros, su formación, las lecturas que más disfrutó, el proceso que lo llevó a publicar, los triunfos y fracasos, etc., se detiene en confesarnos lo que para él implica escribir y créanme que para lo que nos gusta e interesa el mundo literario, lo expresado por el autor es altamente relevante, se los comparto:
“Cada uno de esos libros fue entregado al editor con plena honestidad de creerlo legible. Representan lo mejor que podía dar de mi en cada uno de esos momentos en lo particular; representan en consecuencia, las diversas etapas por las que he pasado y trazan un itinerario…Sin embargo, al escribir nunca pienso en la necesidad o quizás la obligación de vencer a este a aquel escritor consagrado. La literatura no es una carrera de habilidades contra plumas ajenas. La literatura es una carrera de competiciones con uno mismo. La honestidad fundamental consiste en llevar el texto propio al punto de buena calidad más alto que pueda alcanzarse. A partir de allí, la obra vivirá independiente de nosotros. En consecuencia, escribo y vuelvo a escribir guiado por las indicaciones brotadas de las páginas en lenta acumulación sobre la mesa de trabajo. En otras palabras, cada texto es una isla en el proceso de composición, aunque los fantasmas de los anteriores floten invisibles por los alrededores. Además, sucede algo sencillo: escribir me place y me complace. No necesito más para dedicarme a ello.” (El subrayado es mío)
Federico Patán nos recuerda que la mejor escuela de la escritura es la lectura. Sólo leyendo y releyendo podremos ir construyendo nuestro propio universo creativo. Desde luego que aquí me refiero a la amplitud lingüística, a los estilos narrativos, las técnicas, etc., por supuesto que la creación artística no está limitada o depende exclusivamente de las lecturas, la vida real es una fuente de inspiración insoslayable, inagotable y fundamental, empero, haciendo un elegio a la lectura, la misma vida real se enriquece cuando una persona es lectora. Federico Patán nos cuenta que pese a las limitaciones económicas, en su casa siempre hubo libros, es decir, se convirtió en ferviente lector desde muy pequeño.
Otra pasión que lo cautivó fue el cine. Nos platica el autor la siguiente anécdota: “Fue en Veracruz donde ocurrió otro encuentro significativo: Shakespeare. Hablo de 1949 y andaba yo en los 12 años. Había en los cines la costumbre de pasar avances de los próximos estrenos. Una semana exhibieron trozos de una película con un duelo a espada sensacional. Esa no me la pierdo, dije. Y allí estuve puntual el domingo siguiente. El héroe me resultó un rubio que no paraba de hablar, incluso estando solo. Era un pelma de lo más aburrido. Afortunadamente, entre su padre que aparecía como fantasma, un intento de liquidar a la madre y una novia suicida por loquita, las tres horas de película fueron pasando y el duelo estuvo en verdad bien, aunque el protagonista muriera, violando todas las convenciones vigentes en otras cintas.
Días después, me sorprendí recordando alguna de las partes aburridas. Ya de regreso con mis padres, en 1950, descubrí en el librero de mi tío Gonzalo –hermano de mi madre –el Hamlet de la colección Austral. Quise leerlo, llevado por el sedimento que dejara la película. Te aburrirás, adelantó Gonzalo, pero dándome el volumen. Pues no, no me aburrí para nada. Enseguida conseguí Romeo y Julieta; y una deliciosa navidad, la del 54, con el aguinaldo de la fábrica donde estaba trabajando compré las obras completas. ¿Qué me excedo en la recordación de fechas? El libro de Aguilar sigue en mi biblioteca y tiene marcado el día de la compra.”
La lectura del libro de Federico Patán causó en quien escribe la siguiente reflexión: ¿Qué tanto sigue determinando en mí, la herencia del pasado? Al igual que el autor, crecí en una familia con inestabilidad económica, en mi caso hasta los estudios de telesecundaria los libros estuvieron ausentes. Me fui convirtiendo en un incipiente y después ferviente lector a partir de la preparatoria. Indudablemente para bien y para mal mi pasado siempre estará presente, depende de cada quien afrontarlo, meditarlo, aceptarlo, tratar de eliminar ciertos patrones que nos pueden afectar en el presente y atesorar aquellos que son valiosos. Mas, si bien la herencia de aquel pasado sigue influyendo, cierto es que también somos producto de nuestra vigente voluntad y de nuestras decisiones. Consciente estoy que aún de adultos muchas decisiones pueden estar condicionadas por circunstancias que nos rebasan, aun así, el privilegio de la madurez y adultez estriba en que hay lugares donde las circunstancias exteriores no pueden intervenir, o intervienen mucho menos. Federico Patán narra que fue algo ermitaño, no por puro egoísmo, sino por su exquisito gusto: “En una ciudad como ésta, termina uno apreciando los reductos de calma trabajosamente obtenidos. Crece por dentro un cierto egoísmo de la comodidad. Ocurre, a la vez, que por ahí en los estantes andan amigos muy antiguos, hace años a la espera de nuestra atención completa. En momentos presiona mucho la necesidad de una platiquita más con Shakespeare, Conrad, Mann, Dostoievski, James, Neruda, Eliot, Yeats, Frost y la lista se va haciendo angustiosamente interminable.”
Esa sensación de angustia la he sentido, no por el simple acto de leer por leer o saber por saber, sino porque en mi interior existe un sincero deseo de echarme una platicadita, tal como lo escribió el autor, con gigantes de la literatura universal que nos legaron sus pasiones: sus obras. Ojalá y a Federico Patán le haya dado tiempo de leer gran parte de lo que pretendía. Hoy nosotros estamos leyendo sus obras que un día soñó, ideó y escribió. Así es el ciclo de la vida.
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