“La Sombra del Caudillo.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
El enorme éxito que tuvo la época de Oro del cine mexicano en gran medida se debe a su postura crítica, sarcástica, y porque en esencia las historias llevadas a la pantalla grande eran una metáfora de la realidad política, social, económica, y cultural. Películas como: “Los de abajo”, basado el guion en la novela de Mariano Azuela o “Los Olvidados” de Luis Buñuel, fueron aclamadas por la crítica de cine internacional, en el año 1960 fue presentada en la ciudad checa Karlovy Vary, la película mexicana: “La Sombra del Caudillo”, dirigida por Julio Bracho e inspirado el guion en la novela de Martín Luis Guzmán.
Uno de los personajes centrales de la historia se llama Hilario Jiménez y es representado por Ignacio López Tarso. Cuando la película se exhibió en Europa, inmediatamente en México sufrió una censura por un periodo de treinta años, fue hasta el inicio de la década de los noventas que se permitió verla públicamente. Ignacio López Tarso tuvo una actuación estelar, en la actualidad tanto la novela como la película son consideradas obras de culto, y particularmente su historia resulta ser un atento llamado de atención para cuidar nuestra frágil pero necesaria democracia, porque la sombra del caudillo en la política mexicana hoy más que nunca sigue muy presente, a continuación me permitiré narrarles parte de la historia.
La historia nos sitúa en la década de los años veintes del siglo pasado. Hilario Jiménez es un poderoso Ministro de Gobernación que tiene todo el respaldo del Caudillo (Presidente de México), para que sea el próximo candidato y consecuentemente Presidente de la República. Ignacio Aguirre es Ministro de Guerra y desde hace muchos años ha sido amigo y fiel seguidor del Caudillo. Ignacio Aguirre tiene todo el respaldo de un gran número de diputados, gobernadores, presidentes municipales, líderes, etc. Para que sea él el candidato a la Presidencia, sin embargo, Ignacio Aguirre siempre dice que no a las propuestas de ser candidato, porque sabe que si el Caudillo no lo apoya simplemente no será, y si se rebela contra el Caudillo prácticamente se jugará su vida junto a sus aliados.
Al lado de Ignacio Aguirre siempre estará un diputado llamado Axkaná, éste personaje es un hombre sensato, equilibrado, culto, honesto, buen amigo, y cuando Ignacio le pide consejos invariablemente le dice las cosas como son. Axkaná por sus rasgos fácilmente puede ser considerado alter ego de Martín Luis Guzmán, en un momento de la historia Aguirre le comenta a Axkaná que lleva diez años de ser amigo del Caudillo, que luchó con él en la Revolución y que se acercará e él para abordar el tema de la candidatura, Axkaná como hombre de gran sabiduría le contesta a Aguirre lo siguiente:
“–Eso es un error también. En el campo de las relaciones políticas la amistad no figura, no subsiste. Puede haber, de abajo arriba, conveniencia, adhesión, fidelidad; y de arriba abajo, protección afectuosa o estimación utilitaria. Pero amistad simple, sentimiento efectivo que una de igual a igual, imposible. Esto solo entre los humildes, entre la tropa política sin nombre. Jefes y guiadores, sin ningún interés como los acerca, son siempre émulos envidiosos, rivales, enemigos en potencia o en acto. Por eso ocurre que al otro día de abrazarse y acariciarse, los políticos más cercanos se destrozan y se matan. De los amigos más íntimos nacen a menudo, en política, los enemigos acérrimos, los más crueles.”
Después de esta conversación Ignacio Aguirre se reúne con el Caudillo, queda muy claro en esta reunión que el Caudillo no tan sólo le confirma que su apoyo es para Hilario Jiménez, sino que no le cree a Ignacio Aguirre su inocencia y desinteresada actitud sobre la candidatura a la Presidencia de la República, al otro día Aguirre se reunió con Hilario Jiménez y prácticamente el resultado fue una fuerte enemistad, porque Hilario le pidió para creer en su inocencia que realizara ciertas acciones que realmente resultaban indignas para Aguirre, mientras esto sucedía en la persona de Aguirre, sus seguidores que no eran pocos agitaban el ambiente político a favor de Aguirre. ¡Viva Ignacio Aguirre! ¡Muera Hilario Jiménez!
Al final los dos personajes fueron candidatos a la Presidencia, Olivier Fernández quien era Diputado y dirigente del Partido Radical Progresista, Partido que postuló a Ignacio Aguirre, insistía que debían levantarse en armas, afirmaba que si ellos no madrugaban al Caudillo, seguramente él los madrugaría a ellos y todos terminarían fusilados, estas eran parte de las reflexiones en el ala opositora.
En las reuniones del sector oficialista Hilario Jiménez dialogaba con su sequito sobre la oposición aguirrista: “¿No es verdad que la reacción aguirrista, es la única barrera que se nos opone? Entonces, señores, aplastemos la reacción de una vez más; suprimamos de un golpe esas dos docenas de traidores, ya que actos así son propios e inevitables en cuanto traemos a cuestas el enorme fardo de la pureza revolucionaria. ¡Qué le vamos a hacer! Cada dos años, cada tres, cada cuatro, se impone el sacrificio de descabezar a dos o tres docenas de traidores para que la continuidad revolucionaria no se interrumpa.”
La historia es intrigante y apasionante, la dejo abierta para su lectura, por ahora me permitiré concluir el presente artículo transcribiendo las palabras de un personaje aguirrista apellidado Tarabana, quien platicando con Ignacio Aguirre describe la historia de lo que ha sido la cultura política mexicana:
“- Depende, hombre, depende…Axkaná, por ejemplo, diría que sí; pero Axkaná es hombre de libros. Yo, que vivo sobre la tierra digo que no. La calificación de los actos humanos no es sólo punto moral, sino también de geografía física y de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes. ¿Se premia entre nosotros, o se respeta siquiera al funcionario honrado y recto, quiero decir al funcionario a quien tendrían por honrado y recto en otros países? No; se le ataca, se le desprecia, se le fusila. ¿Y qué pasa aquí, en cambio, con el funcionario falso, prevaricador y ladrón, me refiero a aquel a quien se calificaría de tal en las naciones donde imperan los valores éticos comunes y corrientes? Que recibe entre nosotros honra y poder, y, si a mano viene, aun puede proclamársele, al otro día de muerto, benemérito de la patria. Creen muchos que en México los jueces no hacen justicia por falta de honradez. Tonterías. Lo que ocurre es que la protección a la vida y a los bienes la imparten los más violentos, los más inmorales, y eso convierte en una especie de instinto de conservación la inclinación de casi todos a aliarse con la inmoralidad y la violencia. Observa a la policía mexicana: en los grandes momentos siempre está de parte del malhechor o ella misma es el malhechor. Fíjate en nuestros procuradores de justicia: es mayor consideración pública de que gozan mientras más son los asesinos que dejan libres. Total: que hacer justicia, eso que en otras partes no supone sino virtudes modestas y consuetudinarias, exige en México vocación de héroe o de mártir.”
Lo anterior se escribió hace 91 años, si bien es verdad que en éste largo periodo nuestra cultura política poco evolucionó, es de reconocer que algo se avanzó, lo preocupante es que en la actualidad la sombra del Caudillo está restableciendo su poder. Sólo basta ver para creer.
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