Uriel Flores Aguayo
El gran problema, estructural, de México, radica en el bajo nivel de participación social en su vida pública. Hay momentos en que se da una relevante movilización ciudadana, como en las conocidas campañas electorales del 88, 2000, 2006, 2012 y 2018, así como en torno a la reforma educativa, las protestas por la desaparición de los estudiantes de Atyozinapa y por la violencia de género. Después de eso algo nuevo surge, deja experiencias y avances en la organización ciudadana pero es insuficiente y no pocas ocasiones se vuelve casi al mismo punto de origen. Hablar de pueblo es impreciso y se desliza con facilidad a la demagogia. Los más connotados liderazgos tienen mucho de artificial y escenográfico. La democracia representativa, los partidos y legisladores siguen lejos, de la fuerza política que sean, de la ciudadanía; son de auto consumo y se representan así mismos. La ciudadanía plena, en el sentido de personas que ejercen derechos y obligaciones, sigue siendo de papel. Hay habitantes y electores, los cuales no pasan de sufragar sin dar seguimiento a las responsabilidades de autoridades y legisladores. Sin vigilancia, sin transparencia y deliberación pública, todo tipo de gobernantes viven en el paraíso; en la comodidad de la retórica se pueden disfrazar de lo que sea, incluso de héroes y redentores. El dilema es el de siempre: participar o no.
Vamos a renovar Ayuntamiento en XALAPA en unos días. Ya suenan los aspirantes a gobernarnos. Como ya hemos visto las soluciones de fondo no descansan en determinado partido político o en el número de Ediles que sean mayoría. En la actualidad se requiere más que eso si se pretende reencauzar a XALAPA por la senda del progreso en condiciones de gobernabilidad. Por eso es indispensable abrir el abanico de expresiones electorales para reflejar más fielmente nuestra pluralidad. Ni profecía auto cumplida ni fatalismo ante la necesidad básica de participación ciudadana. Votar y ser votado son derechos básicos para integrar comunidad y dotarnos de autoridades responsables y competentes. Lo fácil es ver de lejos el proceso electivo o formar parte de alguna cargada, como antes, como siempre. Pienso distinto. Hay que participar activamente, tanto en candidaturas como con votos. No cruzarse de brazos ni dejar que otros decidan por nosotros,
En las elecciones municipales participa, si acaso, un cincuenta por ciento del electorado. Es decir, al menos la mitad de la ciudadanía no vota y, por tanto, es ajena a partidos, propuestas y perfiles. Tan solo apelar a un mayor nivel de participación electoral ya hace indispensable la presentación de mayores opciones partidistas. Si se incrementa el número de votantes hay mayor respaldo a los ediles electos y se revitaliza la sociedad. A más votos más interés de la ciudadanía en la vida pública, mayor conexión con el Cabildo y el desarrollo democrático del municipio. Se darían pasos cualitativos. Es una buena tarea disminuir el abstencionismo. No se disputan las bases electorales, clientelas en muchos casos, de los partidos tradicionales, sino que se acude en búsqueda de los electores que no participan, que no tienen otras razones para sufragar.
La llamada cargada electoral, esto es, la adhesión a crítica a alguno de los proyectos en la competencia por su real o supuesta fortaleza, es una de las prácticas más extendida de la política mexicana. Quienes lo hacen van a la segura desde la comodidad. Se produce una suma que tiene mucho de hueco en todos los sentidos. Para los políticos es tentador pues avizoran recompensas verosímiles. No espulgan más allá de las tendencias y el ambiente predominante. Es meritorio sostener otras posturas, rebeldes y en sentido contrario. Para enriquecer la vida pública y la democracia municipal. Siempre hay mucho que decir más allá del bipartidismo (coaliciones) y las típicas dos sopas. Hay temas que por disciplina o desinterés los punteros no tocaran. Es el caso, por ejemplo, de la autonomía municipal. Por eso debe estar casi prohibido querer ver los toros desde la barrera; para nada, hay que entrar y torear, a riesgo de ser corneado.
Las elecciones múltiples son anti municipio pues distorsionan la voluntad popular respecto al Ayuntamiento. Propician que la ciudadanía sufrague por razones ajenas al interés municipal. Lo ideal sería que la elección municipal fuera sola, para que estuvieran en juego las trayectorias, los perfiles y las propuestas de las candidaturas específicamente. Como eso no va a ocurrir pronto, hay que participar realistamente en esas adversas y absurdas condiciones.
Recadito: la demagogia florece en la ignorancia y el oportunismo.