ZONA SAGRADA.
“Una década sin Carlos Fuentes (1928-2012).”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Un novelista puede inspirarse en un hecho o en determinado personaje de la realidad, pero, una vez ficcionado, por real que parezca lo narrado, nunca debemos olvidar que estamos ante una historia literaria, ante una creación artística. Lo anterior es muy importante tenerlo claro al momento de leer la novela: “Zona Sagrada” de Carlos Fuentes, porque si bien el lector inmediatamente descubre que el personaje de Claudia Nervo en la vida real es María Félix, y Guillermo representa claramente a Enrique Álvarez Félix, (único hijo de María), Carlos Fuentes escribió una obra de arte donde converge lo real con lo imaginario, hay momentos en que los personajes desaparecen y sólo estamos ante reflexiones, soliloquios, monólogos alrededor del placer, el amor, el odio, la sexualidad, la belleza, la vejez, e incluso aparecen un sinfín de mitos y personajes clásicos como Odiseo, Telémaco, Penélope, que Fuentes los trae para discutir las pasiones con los protagonistas en el tiempo de lo novelado y en el nuestro, es decir, con los ficticios (Claudia, Guillermo), y con los reales, nosotros mismos.
La trama central es la compleja y difícil relación de la madre con el hijo. Claudia es una gran estrella del cine mexicano, y no tan sólo es descrita como bella, exitosa, además, es una mujer imponente, con un carácter indomable, eclipsa a todo lo que la rodea, su propio hijo Guillermo siente no existir, se siente parte de una función, como un objeto, y a veces, en una nada. En el capítulo titulado: “Retrato de mi madre” Guillermo nos la presenta inicialmente con las siguientes palabras:
“Sus ojos negros se retraen, tensos, antes de saltar con las garras de la burla, la cólera o la risa más espontáneas. Y ahora que saluda a ese periodista que le están presentando, utiliza su arma más antigua y poderosa: lo mira fijamente, lo reta a sostenerle la mirada con una ironía suspendida entre la aceptación y el rechazo eventuales, aunque ya sepa –aunque todos sepamos –que el hombre bajará primero la suya y ella tendrá, por lo menos, esa victoria. Claudia no podría vivir, pienso, sin una victoria diaria. Mi madre no acaba de engañarse, no se resigna a saborear su triunfo y posa, posa, posa hoy para una portada que saldrá dentro de tres meses porque, además del reconocimiento de la victoria de hoy, de cada instante, quiere y teme el tiempo que la rodea, le huye y sólo puede capturarlo hoy, una vez más hoy. Una fotografía, una película más, hoy mismo, para que su tiempo futuro siempre sea el tiempo presente de su belleza.”
Conforme vamos conociendo la relación madre-hijo, irán apareciendo varios personajes, unos más relevantes que otros, empero, considero que Bela y Giancarlos, son protagonistas fundamentales que estarán directamente relacionados con Claudia y Guillermo. En cuanto a Bela, ésta es una chica de origen italiano muy cercana a Claudia, de hecho, Claudia siempre está rodeada de un sequito de jóvenes bellas que están a su servicio; Guillermo tiene una relación muy limitada con su madre y un día Claudia le dijo que conviviera con las chicas, Guillermo no entendió el plural y salió con Bela, el joven tendrá unos breves momentos de pasión, esto le traerá conflictos con su madre al extremo que le canceló las cuentas bancarias, ¿celos por el hijo o por Bela? Lo dejo a su criterio, pero aquí hay una reflexión interesante de Guillermo que quiero realizar a mi manera.
Al momento de estar con Bela en la intimidad, Guillermo meditaba sobre ciertos actos pasionales, amorosos, que de antemano sabemos serán limitados, pasajeros o momentáneos. Piensa que lo que en ese momento vive, siente, huele, disfruta, acaricia, besa, posee, en poco tiempo esas sensaciones pasarán a ser sólo añoranzas, recuerdos, enormes deseos por regresar el tiempo, y como esto es imposible, aspira a repetir el momento, acaso, ¿se puede repetir? Recordando a Heráclito: ¿nos bañamos dos veces en el mismo río? El personaje piensa que seguro se acusará de haber carecido de imaginación por no alargar el tiempo, exprimirlo, agotarlo. Seguramente todos hemos vivido circunstancias especiales similares, sabemos que posiblemente sea sólo un acto, un momento, un tiempo corto, sin embargo, aunque lo disfrutemos, sea profundo, fuerte, agotador, la experiencia nos enseña que cada instante es único e irrepetible, así como el agua que corre en el río que nos bañamos una vez no será la misma si nos volvemos a meter, la enseñanza consiste en saber que cada zambullida en las profundidades de nuestros ríos amorosos debe ser profunda, debemos sentir la temperatura del agua, la caricia que nos provoca, descubrir su olor, su esencia, sentir que en ese instante somos una unión perfecta, y aunque siempre recordaremos con nostalgia esa zambullida, viviremos con la tranquilidad que hasta lo humanamente posible nos zambullimos a fondo, sin miedo a la profundidad, mejor dicho, deseando la profundidad.
Guillermo vivirá otro fuerte encuentro amoroso y pasional ahora con Giancarlos, en este pasaje de la historia estamos ante la invención e imaginación a plenitud, y no precisamente por el tema homosexual, sino por los tiempos históricos y la forma tan ficcionada en que Carlos Fuentes nos presenta a Giancarlos. Los personajes se conocen en una librería en París, y pasarán juntos una navidad en Italia, de Giancarlos sabemos que pertenece a la antigua nobleza italiana, en momentos este personaje se antoja algo misterioso, de hecho, a él lo conocemos principalmente por la relación homosexual que sostiene con Guillermo, y aquí Guillermo abiertamente acepta ser lo que la sociedad y los prejuicios no le permiten ser:
“Lenta inmersión en el lecho cubierto de pieles; nuevo encuentro con el sitio de mi cuerpo, la campaña contra mi propia piel, la guerra contra los escondrijos de todo lo que soy y no me es permitido ser: hermosa oscuridad, amor velado, premio del calor, piedad de las sabanas: ardor maravilloso de un tacto prohibido, pasión sinfín de mi cuerpo insatisfecho, gracia desconocida del sueño agotado. Nunca regresaran las luces, esta noche.”
En el presente trabajo he querido compartir en un porcentaje igualitario la imagen descrita de los dos personajes. Si en la vida real María Félix siempre fue una diva, una diosa, una figura cautivante, en la novela Guillermo “alter ego” de Enrique Álvarez Félix, es quien narra la historia y considero que es la única vez que empareja a su madre, porque en su reclamo, en su relato, en su soledad, en su llanto, Guillermo es una voz que clama y que es escuchada, e incluso hasta cuando Claudia es Claudia en la historia, Guillermo nos sigue interesando, hablando, ejemplo es cuando despide a su madre y sabe que posiblemente pasará mucho tiempo para verla, que el tiempo no perdona y Claudia va a filmar su última película, al momento de emprender el viaje los reporteros se le acercan, y Guillermo queda como siempre desplazado en un rincón:
“–¿Qué se siente ser estrella? –Es algo que se quema en silencio, pero que se quema despacio. –¿Es cierto que va a tomar clases de dicción? –Los diamantes no son cotorras, señor. –¿Qué moda prefieres? –La que sólo mi espejo ha visto. –¿De no haber sido Claudia Nervo, ¿qué le hubiera gustado ser? –Una admiradora de Claudia Nervo. –¿Ha destruido a muchos hombres? –Todas mis medallas las he ganado en defensa propia. –¿Cuánto vale su vestuario? –Un poco menos que la percha…
Cercano y lejano, empujando, abriéndome paso a codazos, la escucho decir cosas sin sentido, cosas capaces de intrigar a los periodistas, de proporcionarles copia, pero cosas, también, que de alguna manera dejen testimonio de su inmunidad a un halago que parece aceptar, un halago que rechaza, sonriente: la fama es agua arrojada sobre esa pira ardiente que no se puede consumir mientras ella no renuncie a algo que está más allá de la fama: la fama sigue siendo sólo un escalón hacia algo…”
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