Nada hay tan vacío como un cerebro lleno de sí mismo.
Ignacio Manuel Altamirano.
Días difíciles son los que vivimos. Estas palabras, pronunciada con frecuencia a lo largo de la historia de la humanidad, son una muletilla que hoy y ahora podemos seguirla usando, pues describe el conjunto de los problemas cotidianos que se viven: la incertidumbre, el miedo y la desesperanza, enmarcada en la discutida esperanza ofrecida.
Cómo y cuándo podremos salir de imágenes y situaciones que cierran el paso al optimismo, cuándo recomponer las trágicas condiciones en que nos encontramos, como enaltecer la discusión social y política que nos impulse a salir adelante civilizada y democráticamente. Estamos empantanados, encerrados en ruidosos espacios vacíos que impiden escucharnos. Se ven lejanas las posibilidades de encontrar voluntades que asuman reconocernos en las diferencias y enfrentar los problemas comunes. En el horizonte se agolpan los desencuentros, la polarización y los gestos irreconciliables.
A este escenario abonan los miles de muertos de una crisis de salud que sin duda ha sido mal atendida, poco acertada y muy dolorosa y los problemas económicos presentes y que se presagian aún mayores. Ambas situaciones que afectan a todos, deberían enfrentarse con una acción política consensada de amplia convocatoria, definiendo líneas claras que dejen atrás a tan solo las buenas intenciones.
Discutir también los temas de la inseguridad, la violencia o la corrupción, la pobreza y los problemas ambientales, más allá de discursos, de palabras sueltas o sin fondo; son pendientes y problemas complejos que deben ser verdaderos retos de la vida individual y social para los gobiernos todos.
Los datos que se recogen del sentir social, las encuestas, muestran la polarización existente y las preocupaciones que enfrentan las “vidas felices” que tanto se magnifican de los mexicanos. Ahí se resquebrajan las esperanzas y aparecen las molestias de una sociedad que reclama, que exige el cumplimiento de los compromisos ofrecidos, que necesita y quiere ver los resultados que trascenderían lo dicho y hecho por los gobernantes del pasado. Las dificultades no se han superado en mucho de lo ofrecido y en algunos casos se han profundizado.
Los vacíos frente a los problemas existentes en una sociedad compleja como la nuestra están allí, ensanchándose peligrosamente para todos. Los alcances de la incapacidad para procesar nuestras diferencias y más aún para resolver las problemáticas que se ahondan, es indudable, y no se superará hasta que no seamos reconocidos como conjunto social diverso y plural. Esperemos que pronto así sea.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Veracruz, ahora también primero en tuberculosis.