¡Nacidos para perder!
¿Por qué se le permitió llegar?
Es la pregunta que nos seguimos haciendo millones de mexicanos luego que el aparato de poder acomodó el resultado electoral para ungir a un amargado y rencoroso en el cargo de máxima representación popular en la república.
A un ignorante que no sabe de leyes, menos de instituciones, normas hechas ley y respeto a las instituciones.
Lejos, muy lejos quedó el simbolismo patrio por la bandera, escudo y presidente. Atrás, para el recuerdo quedó el paradigma de honor a las fuerzas armadas -hoy corrompidas y atascadas de contratos y dinero- y la propia Virgen de Guadalupe, hoy convertida en “Morena” por el partido de México.
De siempre fueron intocables, como lo fueron los símbolos patrios.
¿Qué oficina pública no tenía una efigie en bronce o una fotografía de Benito Juárez? ¿Cuándo se perdió la tradición de colocar la bandera nacional a la par del escritorio del funcionario fuera de cualquier nivel?
Y ese respeto por las instituciones.
Hasta el sexenio anterior la institución presidencial fue el reflejo de la pulcritud, la presentación personal, el lenguaje apropiado, el respeto al dirigirse a otras personas, empresas e instituciones.
Jamás se le escuchó a presidente en turno hablar en público de putas, idiotas o apodos y calificativos para identificar a señalados personajes.
Legendario el listado de apodos proferidos a sus enemigos a lo largo de su mandato:
Desde achichincle, alcahuete, chayotero, aprendiz de carteristas, blanquito, calumniador, hasta momias, camajanes y deshonestos, espurios, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero, vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante, ladrón, lambiscones y machuchón.
Otras linduras que muestran la riqueza de su lenguaje de acuerdo a la antología de Gabriel Zaid:
Mafioso, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, miente como respira, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilado, oportunista, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, pregonero, prensa vendida, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo y vulgar.
Eso en cuanto a su florido lenguaje.
Ello, ya que habría que mirar como manda “al carajo” a las instituciones al romper el protocolo republicano en fechas emblemáticas con personajes ajenos a nuestra ideología nacionalista y democrática.
Nunca en regímenes anteriores ocuparía Fidel Castro o dictador alguno del signo que fuera, una tribuna estelar ni ser orador en las fiestas independentistas.
Una ofensa nacional representaría retirar monumento alguno a nuestros héroes o exigir estúpidamente pedir perdón a otra nación.
Menos de manera imprecisa y en la total ignorancia asegurar que “México se fundó hace más de diez mil años, y que en esa época ya existían las universidades y las imprentas” (AMLO. 27/05/2019).
Los dislates y patinazos de nuestros gobernantes nunca llegaron a tanto -incluidos Fox y Peña Nieto- como jamás eran permisibles las ofensas y degradaciones como las que en el día a día se escuchan en las llamadas “Mañaneras”.
Todo lo anterior viene a cuento luego que el pasado viernes el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador –“me pueden decir Peje, pero no Pejelagarto- decidió descender al séptimo infierno.
Vomitando coraje, no se sabe si en contra de su señora esposa o un científico que a final de cuentas ni es científico, es más, ni siquiera persona sino un “boot” de esos que compras en las redes sociales para defenderte de tus enemigos.
En desproporcionada actitud da lectura a un Twiter de un supuesto hombre de ciencia que, según AMLO, forma parte de esos 31 científicos del Conacyt a quienes, a como dé lugar, busca llevar a un penal de máxima seguridad por “lavado de dinero y crimen organizado”.
La expresión del presidente empequeñece a Ovidio, este sí lavador de dinero, del crimen organizado y jefe de una banda criminal que ha cometido un sinfín de atropellos y asesinatos, ante la vitriólica respuesta presidencial contra una persona que no existe.
Mas aun si, so pretexto de enlodar a los científicos, atropella de improperios a su esposa.
“Aldo Aldrete es uno de ese grupo”, dijo con su agónica voz.
Luego procedió a leer una serie de adjetivos impublicables contra su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, de una manera sorprendente e intempestiva.
Imposible reproducir los epítetos con todo y que ello ha resultado el mejor de los pretextos para aprovechar la oportunidad para la oposición que no es poca.
Las redes se colmaron de burlas, memes, insolentes cartones y severos comentarios. Se viralizó la genialidad presidencial de cara a un silencio sepulcral de la ofendida.
Acaso lo único que registra la opinión pública luego de ese viernes negro es que, ya entrada la tarde del sábado anterior, la presidencia de la República ordena subir una canción de la compositora Teresita Fernández titulada “Cuídame tú” interpretada por la propia Beatriz.
Imposible entregar la tutoría del “Cuídame tú” a quien reproduce desde la más alta tribuna del país, una retahíla de ofensas en su contra, a quien sostiene que “hemos salido ilesos de la calumnia y tenemos tranquilidad en nuestra conciencia”.
En los hechos ni ilesos ni tranquilos han en Palacio luego de convertirse en la burla nacional.
De ser objeto de hirientes calificativos y sacar a la luz pública no solo el apodo que identificará para siempre a la esposa del presidente de México, sino su vida pasada que la mayoría ignoraba.
Después de este terrible episodio ha de urgir a López Obrador que llegue el 2024 para irse a su rancho calificado por Obrador como “¡La chingada!”.
¡Se le va a hacer!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo