“El Valle de Dios.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Carlo Coccioli vivió los últimos cincuenta años de su vida en México, hasta donde he investigado siempre mantuvo solamente la nacionalidad italiana, pero al ser sus obras editadas y muy leídas en francés y español, esto provocó que Coccioli sea un referente de nuestras letras contemporáneas, en el prólogo que escribió para la novela: “El Valle de Dios” Coccioli apuntó: “Invito a mi lector de habla española, y de una manera particular al lector mexicano, a meditar esas palabras, sobre todo las últimas, quizá encuentren un eco en sus propios sentimientos. No estamos tan alejados el uno del otro –él mexicano, yo italiano –como la geografía quería hacérnoslo creer; a mí me parece que, por el contrario, estamos muy próximos, especialmente en esa actitud de rechazar la lógica y la organización racional del mundo. Apostamos por la lógica de la magia, del destino, del amor. Además, tenemos un Cristo propio.”
Un pueblo que vive más de pasiones, emociones, sentimientos, poco se cuestiona, muy poco se pregunta, porque bien sabemos que interrogarse es sinónimo de complicarse la vida, buscarle una razón a la existencia es meternos en camisa de once varas, por lo tanto, la idiosincrasia es dejarse llevar y cuando las cosas se complican se llega a creer que algo extraordinario como una deidad o la buena suerte lo va a solucionar, y si le agregamos que somos un pueblo altamente religioso, esto incluirá dejar en manos de Dios, de Cristo, la Virgen o los Santos, la mayor parte de nuestro futuro, de nuestras responsabilidades, por todo ello es difícil que en la cultura latina se planteen las preguntas filosóficas por excelencia: ¿Quién soy? ¿Qué puedo conocer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar?
Lo anteriormente expresado es un viejo debate que se ha discutido en la filosofía del mexicano y en general sobre el latinoamericano. La afirmación de no ser un pueblo filosófico por ahora no le doy una connotación positiva o negativa, sólo descriptiva, y esta descripción nos servirá para ingresar al universo temático planteado en la novela de Carlo Coccioli titulada: “El Valle de Dios”, publicada en el año 1948 y considerada una obra con gran contenido filosófico donde partiendo de una realidad pasional, sentimental, religiosa, Coccioli incluye reflexiones altamente filosóficas sobre el sentido de la vida y el destino del hombre, sin dejar de mencionar que no debemos esperar de la filosofía la gran respuesta, de hecho nadie la ha tenido, pero si podemos esperar de los filósofos la gran pregunta y con ella tendremos el camino más allanado, esto representa ser un gran avance en la vida del hombre civilizado y sin más preámbulos vayamos a conocer y vivir al poblado llamado: “El Valle de Dios.”
En alguna ocasión Coccioli escribió que él no se atrevía a definir: “El Valle de Dios” como una novela e incluso en algunos capítulos se sale de la historia y explica que esa parte la escribió en recuerdo y homenaje de un amigo, un hecho personal o una anécdota, etc. Aun así, resulta indudable que estamos ante una obra de creación, imaginación, y por supuesto que toda novela parte o se inspira de una realidad real, de vivencias personales, a toda esta discusión literaria Mario Vargas Llosa la ha llamado: “La verdad de las mentiras”, porque por supuesto que son ficciones e imaginaciones, pero debajo de ellas, alrededor de ellas o entre ellas, hay una realidad que se pretende desnudar, criticar, afrontar, resolver, cuestionar, y un sinfín de posibilidades que otorga el arte de novelar.
Por lo antes explicado, la novela tendrá personajes bien estructurados que aparecen de principio a fin, de algunos conocemos su final, otros aparecen una vez y nunca más sabremos de ellos, otros finales quedan abierto a la interpretación del lector, pero créanme que el mensaje final y el simbolismo de cada personaje es tan claro que cuando se termina la lectura no hay la mínima duda o reclamos al autor, ejemplo es que Manuel es la representación de Cristo viviendo en el siglo XX, todos sus hechos son fácil de ubicar, parecidos a los que narran los evangelios, pero el final del Cristo de Coccioli es más agradable que el final del Cristo de los evangelios, puntualizando que ambos apuestan por un bien del hombre universal, el de Coccioli es más humano, alcanzable e indudablemente necesario.
También aparece en la historia la protagonista Magdalena Amato, esta mujer es descrita como una belleza inigualable, Magdalena posee un cuerpo de tentación, ella es prostituta pero cuando los hombres terminan de disfrutarla y ven su rostro angelical, único, les causa diversas sensaciones, arrepentimientos, empero, es tanta la atracción y belleza de Magdalena que casi todos los hombres no pueden resistir a sus encantos y terminan yendo a su casa para poseerla, esto le sucedió al Obispo del pueblo, sólo que una vez que terminó su momento de placer y vio el rostro de Magdalena no soportó la angustia y desesperación, su final es trágico, y la principal tragedia del Obispo es porque el hombre ya no sabe ser feliz y ha hecho depender su felicidad de todo lo que precisamente la quita, la concupiscencia, la avaricia, la voluptuosidad, la envidia, y aquí aparece un Coplero que llegó al pueblo y nunca más sabemos de este personaje, pero en la placita pública da un discurso sobre el tema de la felicidad que considero importante compartirles:
“Los hombres no saben ya ser felices. Ninguno de vosotros sabe ser feliz; ninguno de vosotros se ha dicho alguna vez: “Ahora, en este momento, soy feliz; ninguno se lo ha dicho, ni el más viejo de todos, ni el más sabio, ni el que tiene ochenta años, o casi ciento. Todos vosotros os levantáis, por la mañana diciendo: “Hoy voy a hacer esto o lo otro”, pensando, al mismo tiempo: “Si logro hacerlo, seré feliz”; pero luego, en el transcurso del día, cuando ha hecho aquello de lo que debería depender su felicidad, se da cuenta de que todavía no es feliz, y retrasa fatalmente la fecha de su felicidad, diciéndose: “Debería haber hecho esto otro, y esto más; entonces, sí que sería feliz”; pero eso es el cuento de nunca acabar. Nadie es feliz en el momento presente; y esto sucede en vuestro Valle de Dios, y en Londres, Pequín, París, Australia. Y ¿sabéis por qué?, Porque es demasiado fácil, porque es demasiado fácil ser feliz. El hombre se imagina o se crea no sé qué problemas, y, sin embargo, nada es tan fácil como ser feliz, basta con quererlo y decirse: soy feliz. No hay que decirse que la felicidad vendría mañana, o dentro de dos horas, o cuando me case, o cuando haya vendido el buey, o matado el cochino, o trillado el trigo; sino que ha llegado ya, que está aquí, dentro de mí, en este preciso momento.”
La bella Magdalena Amato se enamorará de Manuel y es tan fuerte su amor que ya no querrá acostarse con ningún otro hombre, hasta aquí he mencionado dos personajes claves, Manuel y Magdalena, pero faltan algunos más que son fundamentales y podría afirmarse que principales en la historia, me refiero a Silvano y Bárbara, el joven Silvano está enamorado de Bárbara, al inicio ella lo desprecia, es tanta la pasión y obsesión que siente Silvano por Bárbara que acepta ir con una curandera para que a través del demonio mayor lo ayude a obtener el amor de Bárbara. Silvano logra poseer a Bárbara, esto indicaría que el amor obtenido por Silvano no es puro, limpio, se percibe que podría terminar en una tragedia, aquí aparecerá nuevamente Manuel para tratar de evitarla, recordemos que el Cristo (representado por Manuel), es un Cristo para el siglo XX, por lo tanto, los finales se pueden cambiar, por ahora me permitiré concluir el artículo con la siguiente reflexión e interrogaciones.
Silvano obtuvo el amor y la entrega total de Bárbara, (por supuesto que sí importa como haya sido), pero aun pensando que la hubiera obtenido a la buena y una vez consumado ese amor con el acto sexual, con la posesión, el personaje siente un vacío y ellos saben que después de eso puede venir el desinterés, la costumbre que los lleve al desencuentro, a la desilusión, luego entonces, surgen las preguntas: ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué nos sujeta a vivir con el otro? Y las mejores preguntas que dejo abiertas para que reflexionemos: ¿Qué nos sujeta para vivir en este mundo? ¿Qué es lo que le da sentido a nuestra existencia?
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