Con el pizarrazo formal en el Zócalo de la Ciudad de México, dio inicio este domingo el rodaje de un churro más de Amlo Productions, esta vez con el título “El juicio a los expresidentes”, cuyo estreno será el 1 de agosto con una consulta popular a nivel nacional.
El director de la trama, Epigmenio Ibarra, dijo a un grupo de extras: “Tenemos que hacer un esfuerzo en un ambiente difícil y complejo. La derecha saldrá a votar. Tratarán de impedir que la consulta transcienda. Se van a lanzar contra la consulta los opinadores, los columnistas, los presentadores de radio y televisión. Nosotros tenemos que promover el sí, por la razón, por la moral y por la verdad. Cada hora cuenta”.
Como se puede apreciar la telenovela promete drama, acción, suspenso y mucho, muchísimo, un friego de entretenimiento.
Es bueno señalar que López Obrador no desea este enjuiciamiento y sólo lo agarró de bandera durante su campaña. Pero ya como Presidente electo, una encuesta hecha por sus seguidores lo obligó a sostener sus palabras. Es decir, o la bebe o la derrama.
¿Hasta dónde se atreverá el Presidente?
Para empezar, sólo enjuiciará a cinco de los seis ex presidentes vivos. A Luis Echeverría señalado miles de veces como uno de los responsables en las matanzas del 2 de octubre y el 10 de junio lo está dejando fuera.
En el caso de los demás no será tan fácil el asunto.
Los delitos que cometió su némesis Carlos Salinas de Gortari, que fueron muchos, ya prescribieron y no podrá llevarlo ante un juez así nomás como así. Por otra parte, no debe olvidar que el chaparrito es inteligente, astuto y muy perverso. Salinas ha leído a dos autores a los que Andrés Manuel no se ha asomado ni por equivocación: Nicolás Maquiavelo y Sun Tzu, cuyas obras se sabe de memoria y las ha llevado a la práctica. Salinas será un hueso duro de roer.
¿De qué va a acusar a Ernesto Zedillo? ¿De la matanza de Acteal en la que está más que probado que el ex presidente nada tuvo que ver? ¿De la alternancia en el 2000 que permitió que alguien ajeno al PRI ocupara por vez primera la Presidencia? O de haber dado su venia para que el propio López Obrador compitiera por la Jefatura del DF cuando no cumplía con el requisito de residencia.
¿Cuáles serán las denuncias contra Vicente Fox? ¿Corrupción, abuso de poder, enriquecimiento ilícito? Digo, aquí no se trata de defender y mucho menos justificar al guanajuatense, pero corruptos han sido todos los presidentes, todos… hasta el que ocupa hoy ese cargo.
En cuanto a abuso de poder de eso se debe acusar a Martita, porque ah cómo se metió la señora en las decisiones de su marido el Presidente. Y si le rascan tantito las autoridades podrían fincarle cargos por enriquecimiento ilícito, así como a sus hijos los Bribiesca Sahagún.
Felipe Calderón es otro cantar. Si hay alguien al que quiere ver en la cárcel Andrés Manuel es al michoacano al que no le perdona haberle “robado” la presidencia en 2006. Felipe es el único que ha tenido el valor de enfrentarlo desde su débil posición de ex presidente y no se le ha rajado.
Es a Felipe al que más ha investigado, pero no ha podido encontrarle nada con qué fincarle responsabilidades penales y eso lo tiene frustrado. Sabe que si lo encarcela cometería una injusticia que se le puede revertir, sobre todo por lo polarizado que está el país.
Su única oportunidad de calmar la sed de venganza de buena parte de los mexicanos se llama Enrique Peña Nieto, el presidente más corrupto en setenta años. Con el mexiquense tiene mucha tela de dónde cortar. Pero…
Es a Peña Nieto a quien López Obrador le debe haber cumplido su más preciado anhelo; sentarse en la Silla del Águila. A pesar de que el tabasqueño estuvo a años luz de sus oponentes, si Peña Nieto hubiera querido lo habría tumbado de ese lugar para empoderar a José Antonio Meade. Y no lo hizo.
Y un favor de ese tamaño se agradece eternamente.
No se necesita ser adivino para saber que el 1 de agosto la mayoría del 2 o 3 por ciento de los registrados en el padrón electoral (que son los que han votado en las consultas populares), lo harán a favor de que se enjuicie a los expresidentes y ante esa decisión, López Obrador quizá le dé largas al asunto porque reitero, no quiere enjuiciarlos. Y no quiere hacerlo por miedo.
Sabe que si mete a uno a la cárcel, a uno solo, abrirá la caja de pandora y el siguiente huésped de un reclusorio podría ser él, quede quien quede como su sucesor. Y es que motivos para que lo entamben los ha dado de sobra y todos están debidamente documentados en sus conferencias mañaneras.
Por lo pronto, preparémonos para asistir al teledramón que comenzó con el pizarrazo de su primera escena este domingo en el Zócalo.