He escuchado por donde he andado, por todos lados, en casa y con los vecinos de al lado, sobre la vida y la muerte, entre otros temas ceñidos por pesares y lamentos. Expresiones como: “Para morir sólo basta estar vivo”, “Ya sólo vivimos para morir”, “La muerte reina nuestras vidas” y etcétera, que bien son ciertas, sobre todo en tiempos de incertidumbres derivadas de “circunstancias” –iba a decir, indiferencias, valemadrismo, pendejadas- por todos conocidas y que, de una u otra manera, tenemos la culpa la mayoría de la Humanidad, pero que, viéndolo bien, nos embarra a justos y pecadores.
Ahora más que ayer y mañana también, ¿o será peor?, pero seguro estamos que esto huele a podredumbre, apesta a muerte que envuelve a la vida. Desde luego que sí, para qué negarlo. La muerte no sólo tiene permiso; los asesinos tienen permiso. ¿Quién se atreve a negarlo? La violencia, la corrupción, la impunidad y lo que guste agregarle, prevalecen, subsisten, al igual que el olvido, para dar paso únicamente al ofrecimiento de las disculpas y los perdones. Que la muerte continúe, para el caso es inherente al ser humano, ¿no? ¡Válgame Dios! ¿A quién le echamos la culpa?
A pesar de las inseguridades, de todo tipo, aquí, allá y acullá; arriba, abajo y en la esquina, en el instante siguiente, me quedo con Pablo Neruda: “Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida.” Vaya, vivir consiste en construir futuros, dijera Ernesto Sábato. Y mi gran escritor Juan Rulfo escribió. “No tenía ganas de nada. Sólo de vivir”.
Ustedes, ¿qué eligen? ¿La vida o la muerte? O, como dice el chiste, ¿la degolló? Paul Auster apuntó: “Se vive solo. Los demás están a nuestro alrededor, pero vivimos solos. A veces conseguimos asomarnos al misterio del otro, penetrar en él, pero es muy poco frecuente. Es el amor, principalmente, el que permite esos encuentros”.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor, Raymond Carver?
Los días y los temas
A propósito de su primer libro de poemas publicado, Pronóstico reservado, la actriz Diana Bracho: expresó: “Yo creo que la vida está ligada con la muerte; no puedes pensar en la vida sin pensar en la muerte, ni pensar en la muerte sin pensar en la vida, se complementan. Yo creo que uno aprende a vivir para saber morir. De hecho yo digo: tengo que vivir plenamente para morir bien, para morir dignamente, sin tener resentimientos, enojos, reclamos. La vida emocionalmente sana te conduce a morir de otra manera. A la gente que vive atormentada, peleada con los hijos, odiando a la suegra, le cuesta mucho trabajo morir”.
Quien entendió…
De cinismo y anexas
La escritora Alma Delia Murillo de la Cruz, autora de La cabeza de mi padre, dijo que hay un capítulo llamado “Hombres que abortan”, y agregó: “Los hombres también abortan al abandonar a los hijos. Simplemente desaparecen y no los persigue la ley, ni la iglesia. ¿Dónde está próvida? ¿Dónde hay todo un movimiento diciéndoles cómo se atreven asesinos a abortar a sus hijos ya nacidos? Mientras que para nosotras ha sido un derecho que se ha tenido que ganar con pelea, sangre, sudor, lágrimas, muchas vidas y muertes de mujeres que han recurrido a abortos clandestinos: esa ley va de a poco en los estado, entonces a nivel sistémico me parece una gran deuda del Estado a nivel social”.
Ahí se ven.