“No es que me aterrorizara contemplar cosas horribles, sino que me aterraba la idea de no ver nada.”
Edgar Allan Poe
Seguimos en el túnel oscuro al que nos ha llevado el COVID19, plagado de cuadros grotescos y contradictorios. Es el caso de las imágenes que circulan en redes y que muestran la solidaridad de las organizaciones criminales entregando despensas y solventando necesidades básicas de los vecinos que aceptan y agradecen el apoyo que no reciben de sus autoridades. Todos los espacios de poder vacíos son ocupados, y los poderes legalmente constituidos no aparecen u observan de lejitos. ¿Será que los jefes criminales fueron reconvenidos por sus mamás para que le bajaran?
Mientras tanto, en otra dimensión de este mundo bizarro, nuestro presidente alecciona al pueblo sobre la honestidad, la vida sencilla y sin lujos, señala a los malos, a los que hay que odiar, a los enemigos de “su proyecto”, reduciendo la discusión política a la confrontación entre buenos y malos, entre blanco y negro. Una visión reduccionista y maniquea de suma cero.
En esta vida sin matices los ruidos son muy fuertes y no permiten reconocer con suficiencia los sonidos distintos al predominante, los de las voces que demandan diálogo para encontrar coincidencias y caminos frente a las crisis comunes, esas muchas que nos deforman los rostros sociales y dan paso a la desfiguración de los entramados comunitarios.
La curva que no se aplana, el pico de la pandemia que no llega, el punto de inflexión frente a la inseguridad que no sale del discurso hueco, los dos millones de empleos ofrecidos que algún día se crearán porque el presidente dijo. El estado de derecho que se esfuma con a la violencia de género, la violencia homofóbica, la violencia hacia los otros. Identidades que se cierran frente a sus verdades absolutas.
Los tiempos de nuestro México pasados por las penurias, por las sombras que imponen la ignorancia y el abuso proveniente de todos lados. Una crucifixión de inocentes que no suma en la dicotómica contabilidad gubernamental, solo atenta al disentimiento, entendido como faltas a la nueva moralidad que impone el poderoso, la única y verdadera, harta de fetiches y soluciones maniqueas.
Este es sin duda un panorama de terror. El túnel genera miedos que surgen de la incertidumbre; calan con mayor fuerza y obnubilan la razón. Más agobiados que esperanzados, hay millones que se mueven envueltos en la fe, en las creencias que abren las puertas para enfrentar una realidad dura, que niega oportunidades, que mata ilusiones.
Para salir de este túnel oscuro y sinuoso, se requiere ver mucho más que la asimilación de dogmas, se requieren voluntades concretas de apertura, de tolerancia, capacidad para entender la composición de un mundo diverso, plural, donde la ciencia y la tecnología tengan un espacio preponderante, en que la preservación medioambiental y el humanismo sean más reconocidos y urgentes que nunca.
Si en la oscuridad de este túnel sólo alumbra una sola vela, estamos perdidos.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Parece que las energías renovables en nuestro país pueden esperar, que vergüenza.