Mientras escuchaba el Segundo Informe de “Resultados” del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, inevitablemente me surgieron tres preguntas. ¿Será que no llevó taller de lectura en la primaria? ¿Será que nunca le enseñaron a leer en voz alta para que el oído detectara los disparates y la lengua los corrigiera? ¿Será que tampoco le hablaron sobre la importancia de la puntuación en una oración gramatical?
Pobre hombre, qué manera tan triste de leer la suya.
Desde la bienvanida (sic) que le dio a la secretaria de Energía, Rocío Nahle (a la que le dijo “querida veracruzana” cuando es más zacatecana que el Cerro de la Bufa), hasta los trompicones verbales que se dio una y otra vez, García Jiménez dio pena en la hora y 23 minutos que se pasó tratando de leer un texto que para colmo llevaba erratas de sintaxis.
Y si la lectura no se le da, salirse del texto menos: “Las políticas neoliberales, ¿cuándo?, yo pregunto, se iban a preguntar, dónde quedan estas… estos caminos, estas carreteras, estas calles. Era el puro interés del negocio”. ¿Qué quiso decir? Uta… Sólo Dios en su infinita sabiduría lo debe saber, o quizá a estas horas sigue descifrando el trabalenguas.
Llegó un momento lector en que este tu servidor estaba más pendiente de la próxima metida de pata del señor gobernador, que de las diapositivas que daban cuenta de la obra realizada en su segundo año de gobierno.
Quien le escribe los discursos no sabe redactar. No es posible que le hayan entregado un mazacote de hojas tan descuidado; no es posible que no hubiera quien las corrigiera y no es posible que lo hubieran aventado sin capote al ruedo, antes de que alguien le sugiriera que le diera una repasadita al texto.
¿Acaso sus asesores no lo quieren? Si ya saben que no se le da leer, para qué lo ponen a leer. Si saben que tampoco se le da improvisar, para que lo mandan a hacer el ridículo.
Con tantos adelantos en comunicación era para que le hubieran puesto un teleprompter enfrente con letras así de grandes. Alguien con tantita visión hubiera sugerido hacerle una producción audiovisual en la que un locutor o locutora con bien timbrada y modulada voz, diera a conocer sus logros apoyado en imágenes y con una música de fondo bien perrona.
Estos audiovisuales han sido la bendición de muchos gobernadores ya que no tienen que hablar; todo lo dice el locutor por ellos. Además de que son ágiles, vistosos, atractivos y todo mundo les pone atención.
Pero a ninguno de los asesores de Cuitláhuac se le ocurrió.
Ya que tan austeros andan, hubieran salido de la vergüenza poniéndole un chícharo en el oído como le hacían en las telenovelas de antes. Pero ni de eso fueron capaces y mandaron a su jefe al matadero mediático una vez más.
Y el resultado ahí está. ¿Qué se habla del Informe? Nada. ¿Qué se dice de la desafortunada participación del gobernador? Todo.
De las obras que hizo este año me quedo con dos telesecundarias que reconstruyó en su totalidad; ambas en comunidades rurales. Estaban tan abandonadas que parecían chiqueros más que sitios de enseñanza y aprendizaje. Eso para mi vale más que todo el Informe de “Resultados” que presentó.
Enhorabuena por los niños y maestros beneficiados.
Pero de eso a que gracias a esas obras “dejamos ver claramente que sí sabemos gobernar” hay un trecho bárbaro.
Que no diga Cuitláhuac que sabe gobernar cuando su administración ha devuelto a la Federación cientos de millones de pesos producto del subejercicio. Que no diga que sabe gobernar cuando la violencia no ha bajado como lo asegura y cuando ha sido incapaz de crear empleos y reactivar la economía.
Y sobre todo, que no se quiera parar el cuello diciendo que sí sabe gobernar cuando precisamente por no saber hacerlo, ocho de cada diez veracruzanos quieren que se vaya. Esto no lo digo yo, sino la mayoría de las encuestadoras que lo califican como uno de los peores gobernadores que ha tenido Veracruz.