¿VICTORIA ELECTORAL O DERROTA PACTADA?

’02/05/2024’
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Por Francisco Berlín Valenzuela*

Un fantasma recorre Veracruz. En los corrillos priístas está comenzando a gestarse  una seria preocupación. Por eso, no resultó casual que durante su reciente visita al Café de la Parroquia en el heroico puerto a boca de jarro, –palabras más palabras menos–, le preguntaran a Manlio Fabio Beltrones: ¿para la gubernatura, se pactó una derrota del PRI  en favor del PAN-PRD?

En el  contexto de la sucesión estatal hay  muchas cosas inexplicables. De manera central existe una gran incógnita: ¿por qué el gobierno federal no interviene de manera decisiva, contundente y determinante para poner un hasta aquí a la desastrosa situación que se vive en Veracruz en los más variados órdenes de su vida social, económica y política?

Sobre todo después de que la Auditoría Superior de la Federación ha sido tan puntual al señalar los desvíos y malversaciones que detectó en las cuentas de los últimos años. Y eso para citar sólo a uno de los muchos elementos que pudieran servir para actuar con firme voluntad política y poner remedio a la catástrofe. En no muy lejanas épocas, un gobernador solicitaba licencia por la décima parte de los problemas acumulados ahora. ¿Qué es lo que detiene a los hacedores de las decisiones políticas superiores para proceder en consecuencia? La forzada permanencia del mandatario actúa como un pesado fardo que jala hacia abajo la buena candidatura priísta.

El PAN ha sido fundamental para asegurar la gobernabilidad del país. Sin embargo, desde la última sucesión presidencial, jamás pudieron cicatrizar las heridas abiertas por ese proceso. Los diferendos internos son tan profundos que hasta es posible que en algún momento  ocurra una escisión similar a la acontecida en el PRD. Ahora mismo, en el desarrollo de los trabajos parlamentarios del congreso federal, la división y el jaloneo es común. En ocasiones, si algo se acuerda con su fracción en la Cámara de Senadores es rechazado -casi en automático-, en la  colegisladora y viceversa. De ahí que pueda advertirse la complejidad que se derivaría de una separación formal -de cuando menos dos- de las  facciones al interior de los partidos..

Una vez más, parecería necesario que el “ogro filantrópico” tenga que hacer valer sus buenos oficios para evitar un desgajamiento que finalmente se traduciría en el menoscabo de aspectos centrales para la vida pública del país. Veracruz bien pudiera estar en el centro de una estrategia de fortalecimiento y de sobrevivencia de la unidad panista. Dice el aforismo popular que “líder es el que da”. En esa línea de argumentación, “pactar”  o  facilitar el triunfo en varias gubernaturas posibilitaría a ese fracturado instituto contar con posiciones, mandos y recursos para conservar: integridad, armonía y liderazgo.

Entonces, desde ésta perspectiva, más que un desinterés, falta de sensibilidad -o animadversión hacia los veracruzanos-, el gobierno federal estaría tratando de asegurar un fin superior equivalente a una Razón de Estado.

Desde esta perspectiva la no remoción del actual mandatario estatal obedecería a razones diferentes a la existencia de una “gran amistad”, o de complacencia por su actuación. Simplemente no se estaría advirtiendo la posible verdadera causa  y trasfondo de la aparente inacción..

Sin embargo,  éste tipo de planteamientos que pudieran parecer hasta cierto punto “razonables” carecerían de justificación y de sentido para la población de nuestro Estado -y en particular para los militantes priístas-, porque es tal el desatino en el manejo de la cosa pública que la irritación popular rebasa cualquier referencia histórica.

Es decir, ante el desorden registrado -y acumulado-,  a lo largo de casi doce años, la gente espera y exige la intervención de una instancia superior de gobierno -y de poder-, que entre al rescate y extirpe de raíz el mal que nos aqueja.

Hasta hace poco se pensaba que la contienda por la gubernatura se daría entre el PRI  con sus aliados-, y el PAN-PRD, ya que se suponía  una presencia menor de MORENA. Al cabo de las últimas semanas y debido a la falta de imaginación de los precandidatos que han cifrado su trabajo en la denostación mutua y en el escándalo, se puede apreciar un claro crecimiento del precandidato de MORENA. Lo que antes iba a ser una elección entre dos, lo más probable es que termine siendo una elección en tercios, con características de final de fotografía.

Es altamente probable que ninguno de los contendientes rebase el millón de votos y que el ganador se proclame vencedor con una cifra mínima de unos cuantos miles de diferencia. De ahí que debiera de existir una preocupación por la salud de las coaliciones, porque como ha dicho Agustín Basave, en ésta elección –para ganar—resultan fundamentales las alianzas.

Por eso sorprende la ligereza con la que, éste asunto se ha manejado dentro del PRI, como si en verdad se estuvieran conformando los supuestos para facilitar una derrota. Desde un principio en el tema de las coaliciones se advirtió  falta de oficio y de criterio jurídico. No por nada –hasta públicamente-se ha ventilado el cuestionamiento en la integración de sus elementos esenciales.

Ni qué decir de varias de las figuras públicas que pretenden acercarse al candidato priísta y que vienen huyendo de los señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación  y cuya presencia hasta parecería –también-, parte de una estrategia de derrota.

Si la posibilidad de una “derrota pactada” resultara cierta, la siguiente reflexión debiera de poner a pensar a quienes hubieran urdido tan ignominioso  plan.

Que gane el PAN podría traer beneficios de gobernabilidad nacional. Pero, si la especie de la “derrota pactada” se vuelve una percepción generalizada, los priístas locales lo entenderían como una traición y seguramente no sufragarían por su partido, ni por el PAN-PRD. Así que la mala puntería -de la que hace gala una buena parte de nuestra clase  política-,  terminaría por facilitar el triunfo de un candidato que viene  de muy atrás, pero que se ha beneficiado

–precisamente-, de su anonimato y de la no participación en la diatriba electoral reinante. En la hipótesis de una “derrota pactada” el empuje final y decisivo lo recibiría del enojo de los  priístas que -en ese supuesto-, se sentirían abandonados y engañados. Por andar haciéndole al aprendiz de brujo se les aparecería Juan Diego.

Al final, si Morena ganara la elección, el grupo político federal en el poder habría conseguido un resultado desastroso. Veracruz en manos de Andrés Manuel López Obrador se convertiría en un serio motivo de alarma rumbo a la sucesión presidencial del 2018 y todo, por no tener una buena lectura de la realidad, hacer caso omiso de la prospectiva política y no saber actuar oportunamente.

Héctor Yunes está muy a tiempo de evitar que la maledicencia de una “elección pactada” siga creciendo como una bola de nieve. Para atajar la versión, -entre otras cosas-, debe de usar toda su capacidad de negociación para que el actual estado de cosas cambie. Sólo así podrá quitarse el ancla que lo jala hacia el fondo y que tiende a convertirse en los rumores más descabellados. Debe  de mostrar un deslinde real y una auténtica independencia política respecto del actual gobierno estatal. Cuidar  con mucho empeño -y celo-, los aspectos jurídicos involucrados, la organización de sus actos, la  adecuada concertación en la integración de los cuadros; la selección de los personajes que públicamente lo acompañan; y sobre todo pensar -y repensar-, el contenido de los planteamientos que realiza.

*Doctor en Derecho. Analista político. Autor de Libros de Derecho Electoral y Derecho Parlamentario.

 

 

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